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Castillo de Portillo

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En 1255 Alfonso X de Castilla dona la villa de Portillo con su alfoz al concejo de Valladolid, pero durante las revueltas de la minoría de edad de Alfonso XI será disputada por los dos tutores: D. Juan Manuel y el Infante Felipe, llegando éste a tomar la villa por las armas; no mencionando la Crónica la existencia de castillo alguno, como tampoco aparece en la confirmación de la donación que obtiene Valladolid de Alfonso XI en 1352. Pese a los derechos reconocidos a los vallisoletanos en 1339 la incluirá el rey entre las villas dadas a su hijo el infante Tello. Confiscada en la guerra civil, que enfrenta a su hermano Enrique contra su hermanastro Pedro I, pasará momentáneamente a manos de Fernando de Castro. Con la victoria de Enrique II, el infante Tello recupera sus posesiones pudiendo ser el constructor del primer castillo de Portillo pues, tras su testamento de 1370 en que dona la villa a sus cuatro hijos mancomunadamente, Enrique II ordena en 1371 que sea sólo uno de ellos el que reciba la villa y la “fortaleza” de Portillo.
En 1378 Enrique II entrega Portillo a su propio hijo, el duque de Medina Sidonia. Al morir éste en 1404 la villa y su tierra revierten a la Corona castellana, formando parte en 1409 de la dote de la infanta Maria -hija de Enrique III- que la vende en 1415 a su hermano Juan II de Castilla. Durante su reinado será entregada a Diego Gómez de Sandoval, Ruy Díaz de Mendoza, Álvaro de Luna y a su hijo, el infante Alfonso. Enrique IV retendrá la fortaleza de 1454 a 1464 elevando la torre y construyendo un hermoso cuerpo palacial. Será Rodrigo Alonso Pimentel, Conde de Benavente, el que reciba el castillo en 1465 y lo mantendrá en su poder cambiando, Conde y castillo, varias veces de bando en las complejas guerras civiles castellanas (1466-1479). En los años 70 construirá el Conde la barrera con sus fosos, el patio actual y un profundo pozo con escaleras y salas subterráneas perimetrales. Durante la guerra de Secesión con Portugal albergaba el archivo de los condes traído del castillo de Benavente. En la actualidad pertenece a la Universidad de Valladolid por una donación de D. Pío del Río Hortega.

UNA POSESION MUY DISPUTADA

Durante el reinado de Juan II de castilla existieron dos fracciones enfrentadas; una, la del Rey con Álvaro de Luna y otra, la de los Infantes de Aragón. El castillo de Portillo será recompensa o prisión para uno y otro bando, según la cambiante suerte de la guerra. En 1423 el Rey entrega la villa y su castillo de Portillo a Diego Gómez de Sandoval que en 1429 se alza en armas en Peñafiel apoyando a los Infantes por lo que Juan II le confisca todas sus villas y le declara “desobediente y rebelde”, refugiándose en Aragón.
En 1436 los dos bandos llegan a un acuerdo aunque Juan II de Castilla impone que Sandoval no pueda entrar en el reino sin su permiso expreso y aunque, dos años mas tarde, puede regresar a Castilla, el 11 de septiembre de 1438 el Rey había donado Portillo a Ruy Díaz de Mendoza.
La situación es favorable al Rey y Álvaro de Luna hasta 1441 en que Juan II es hecho prisionero en Medina del Campo por los Infantes de Aragón. Entonces se anulan las donaciones posteriores al 1 de septiembre de 1438 por lo que Diego Gómez de Sandoval recupera el dominio sobre Portillo, donde es encarcelado el propio Rey.
Sin embargo Juan II lograra escaparse y hacer frente a los infantes en la batalla de Olmedo -1445- en la que vence, cayendo prisionero esta vez Sandoval.
Al año siguiente es perdonado y recupera sus posesiones hasta 1448 en que Álvaro de Luna, harto de las intromisiones de los Infantes de Aragón, da un golpe de Estado y encarcela a varios de los cabecillas en Portillo. Diego Gómez de Sandoval logra huir a Aragón, donde morirá,
D. Álvaro de Luna logrará la donación del castillo por Juan II. En 1453 cae, a su vez, en desgracia y es encarcelado en Portillo por orden real hasta su ejecución. Juan II lo entrega nuevamente a Ruy Díaz de Mendoza que lo disfruta brevemente por cuanto el Rey en su testamento -1454- lo lega a su hijo el Infante Alfonso. Sin embargo el testamento lo incumplirá el heredero de la corona, Enrique I, que retiene la villa hasta 1464 cuando la liga de nobles le obliga a reconocer a su hermano Alfonso como heredero y a restituir todas las villas que le dono su padre.
Pasa Portillo por tanto a Alfonso pero al año siguiente (1465) empieza la guerra entre los dos hermanos y el Infante Alfonso entrega Portillo a su partidario Rodrigo Pimentel, Conde de Benavente. El Pimentel, conocedor sin duda de la historia reciente adopta una singular estrategia para conservar el castillo, “adaptándose a los cambios de la historia”. Así en 1468 cambia de bando logrando que Enrique IV también le haga la donación de la villa.
Acabada la guerra tras la muerte del Infante, el rey confirma la donación -1471- y permite su inclusión en el mayorazgo del Conde de Benavente, que realiza importantes obras en el castillo y en otras fortalezas estratégicas como Villalba. Apoya al rey hasta su muerte en contra de las pretensiones de los príncipes Isabel y Fernando, pero al morirse Enrique IV -1474- vuelve a cambiar de bando siguiendo el partido de los Reyes Católicos, en contra de la princesa heredera Juana y su marido Alfonso de Portugal. Durante esta guerra, Portillo será entregada –y ocupada- por los portugueses en 1475 como trueque por el rescate del Conde de Benavente que estaba preso, recuperándolo posteriormente por orden de Fernando el Católico, y asegurando así definitivamente su titulo de propiedad sobre el mismo.
El castillo de Portillo, pese a ser modelo de la escuela de Valladolid, es fruto de las sucesivas etapas constructivas que lo enriquecerán a lo largo de casi 150 años. La parte mas antigua, toda la planta del recinto interior corresponde a finales del siglo XIV posiblemente al Infante Tello, con sus arcos apuntados, sus bóvedas góticas sobre arcos fajones y su curiosa torre en forma de D en una de las esquinas.
La primera reforma importante acerca, sin embargo, al edificio a la imagen del castillo-palacio vallisoletano; se eleva la torre con una gran sala abovedaba, se construye el cuerpo palacial adosado a la fachada, y entre el cuerpo y la torre se deja un patillo de entrada con las puertas desenfiladas que protegían la entrada.
Poco después se continúa la obra elevando un piso el cuerpo palacial, esta vez con distintos canteros pero con los mismos escudos en los frentes de las ventanas. Los escudos fueron atribuidos primeramente a los Mendoza y después a Diego de Sandoval y Maria Ladró de Pallars, pero la fecha de esté matrimonio (1447) no parece coincidir ni con una posesión suficientemente dilatada como para construir el castillo de Portillo por los Sandoval (se lo confiscan definitivamente en 1448) ni con los detalles de las garitas y troneras del castillo, que lo relacionan con los constructores de Ampudia y Villalonso, construidos después de 1450. Tampoco se ha podido documentar este blasón como el de la segunda mujer de Sandoval. La fecha mas razonable –desde el punto de vista estadístico- para su construcción, coincide con la posesión de Enrique IV (1454-1464) y los escudos bien pueden ser sus armas personales. La banda, de su padre Juan II, y el partido de Aragon y lebreles de su madre Maria hija del rey de Aragón, Fernando de Antequera, que al igual que los otros Infantes de Aragón tomará el escudo de su padre (partido de Aragón y Castilla) sustituyendo Castilla por las armas particulares de cada infante.
En los años 70 del siglo XV el Conde de Benavente inicia importantes obras en el castillo, construyendo la barrera exterior rodeada de profundos fosos chapados de piedra, reformando el patio palacial en la que se sustituyen las galerías del primitivo palacio de Enrique IV y construyendo un impresionante pozo de casi 35 metros de profundidad. Refuerza de esta forma la condición militar de un edificio que había tenido carácter palacial hasta ese momento y escasas cualidades defensivas (cuando hacia 1452 Álvaro de Luna “acordó que su tesoro se debía llevar a aquella fortaleza, le replico Gonzalo Cachón diciéndole que aquella no era fortaleza para ello; que no tenia agua, ni estaba abastecida.”)
(Autores: Fernando Cobos Guerra y José Javier de Castro Fernandez)

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