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Murallas de Gerona

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La situación geográfica de Girona, como ciudad fronteriza, de paso de ejércitos defensores e invasores, y defensa del territorio, y por sus características de relieve, han condicionado desde la antigüedad la construcción y existencia de sus elementos defensivos.
En la construcción de las murallas se diferencian unos períodos bien establecidos: en la antigüedad, una primera etapa, fundacional, y una segunda en la época bajo imperial que coincide con las invasiones bárbaras. En un período intermedio habría que añadir la construcción de las murallas carolíngias. En la edad media, dos momentos concentran los trabajos en los elementos defensivos de Girona: un primero en el momento de prosperidad económica y auge demográfico, de los siglos XII-XIII, y más tarde en el siglo XIV, con motivo de la relevancia que adquiere la defensa militar.
Con el progreso de las técnicas militares de la época moderna, Girona las utiliza con las peculiaridades a que su situación le obligan.
Las primeras construcciones de muralla defensiva de Girona se datan entre los años 80 y 70 aC, coincidiendo con la fundación de Gerunda por el general al servicio del Senado Gneo Pompeyo Magno, durante las denominadas Guerras Sertorianas, con el objectivo de disponer de una plaza fuerte que controlase el camino que comunicaba Hispania con las Galias y, más allá, con la península itálica, la Via Augusta.
El perímetro original de las defensas de la ciudad era triangular, adaptación práctica de las características orográficas de la del emplazamiento escogido, en el vértice superior del cual, apuntado hacia el este, se situaba la torre cuadrada de la Torre Gironella. Este elemento resolvía la necesidad de defender un punto que podía resultar vulnerable por la altura de las montañas de los alrededores. Desde este punto descendían hasta casi el rio dos alineaciones, donde se situaban los restantes dos vértices, uno en la actual zona de la Plaza del Correo Viejo, y la otra delante de San Félix. Iglésias, indica que [...] en un primer tramo, la muralla republicana se encuentra únicamente presente en las fundaciones, y se hace invisible hasta el muro septentrional del patio de las Águilas. Es en este punto donde aparece más claramente la construcción poligonal. Hileras rectas de bloques de piedra calcárea nummulítica conviven con la sillería de piedra arenisca y el pedregal medieval y se constituye como una muestra de primer orden de la evolución del muro Entre las puertas norte -en Sobreportes- y sur -en la Plaza del Correo Viejo-, comunicadas por el tramo urbano de la Via Augusta, se extendía el muro de poniente, construido sobre el acantilado que bordeaba el rio, lo que comportaba una defensa natural importante. Este tramo de muralla reseguía el interior de las casas actuales de la calle Ballesterías. En este tramo, la muralla romana, a partir de los primeros años del siglo XVI se convirtió en interna y dejó de tener valor militar, lo que dió lugar a la degradación del muro a causa de las necesidades de los que vivian en contacto por dentro o por fuera, y la vieja fortificación se conviritió en una enorme pared medianera.
A partir del final de la calle Ballesterías, el muro trepa hasta la parte superior de la subida de San Félix, donde gira en ángulo recto y sube otra vez hacia el vértice superior. En este tramo, y a tocar Sobreportes, se encuentran los restos más significativos de opus poligonal o silíceo, técnica consistente en la utilización de bloques tallados con poca precisión y cuya yuxtaposición daba al conjunto un aspecto duro. Estos conjuntos de bloques irregulares de piedra calcárea nummulítica son perfectamente visibles, también, en la pared norte del patio de las Águilas, entre la Torre del Telégrafo y la Torre Rufina

(Pedres de Girona)

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