Los restos del antiguo Castillo de Montilla están situados en la cima de un montículo, que desde el norte domina a toda la población. Se trata del castillo de los antiguos señores de Aguilar, grandiosa fortaleza medieval que en el año 1508 mandó derribar Fernando el Católico como castigo a la rebelde conducta de don Pedro Fernández de Córdoba, primer marqués de Priego.
En esa fecha quedó arrasado todo el recinto, aunque algunos vestigios y testimonios diversos permiten saber que se trataba de un extenso conjunto de disposición trapezoidal rodeado de numerosas torres, que llegaron a llamarse la Dorada, del Sol, del Centinela, de la Defensa, de Minerva y de Diana.
Pese a que, en 1510, la reina doña Juana concedió el perdón y con él autorización para poder reconstruir el castillo, ello nunca tuvo efecto, y sólo en el siglo XVIII se construyeron en su solar los graneros ducales, inmensa fábrica de sillería que se levanta sobre las demás construcciones de la ciudad con un carácter y una configuración tan monumental que desde las afueras puede parecer más una grandiosa iglesia que un edificio industrial, lo cual constituye una prueba más de la importancia que se le concedió en el siglo XVIII a esta clase de construcciones.
Sus obras se hicieron en tiempos de don Nicolás Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli y marqués Priego; en concreto estaban muy avanzadas en 1722, según acredita una lápida de la portada, concluyéndose un año después.
Tan imponente edificación, realizada bajo proyecto de un importante arquitecto cordobés de la época, Juan Antonio Camacho, se estructura en tres plantas, la primera de ellas con cinco naves y la segunda con sólo tres, comunicándose ambas con rampas para así facilitar la subida del grano. Estas rampas se ubican en el vestíbulo, el cual tiene por ingreso una portada con pilastras, no muy distinta a la que se puede ver en las obras religiosas de le época.
El castillo fue comprado en 1998 por el Ayuntamiento de Montilla para destinarlo como el futuro Museo del Vino.
En esa fecha quedó arrasado todo el recinto, aunque algunos vestigios y testimonios diversos permiten saber que se trataba de un extenso conjunto de disposición trapezoidal rodeado de numerosas torres, que llegaron a llamarse la Dorada, del Sol, del Centinela, de la Defensa, de Minerva y de Diana.
Pese a que, en 1510, la reina doña Juana concedió el perdón y con él autorización para poder reconstruir el castillo, ello nunca tuvo efecto, y sólo en el siglo XVIII se construyeron en su solar los graneros ducales, inmensa fábrica de sillería que se levanta sobre las demás construcciones de la ciudad con un carácter y una configuración tan monumental que desde las afueras puede parecer más una grandiosa iglesia que un edificio industrial, lo cual constituye una prueba más de la importancia que se le concedió en el siglo XVIII a esta clase de construcciones.
Sus obras se hicieron en tiempos de don Nicolás Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli y marqués Priego; en concreto estaban muy avanzadas en 1722, según acredita una lápida de la portada, concluyéndose un año después.
Tan imponente edificación, realizada bajo proyecto de un importante arquitecto cordobés de la época, Juan Antonio Camacho, se estructura en tres plantas, la primera de ellas con cinco naves y la segunda con sólo tres, comunicándose ambas con rampas para así facilitar la subida del grano. Estas rampas se ubican en el vestíbulo, el cual tiene por ingreso una portada con pilastras, no muy distinta a la que se puede ver en las obras religiosas de le época.
El castillo fue comprado en 1998 por el Ayuntamiento de Montilla para destinarlo como el futuro Museo del Vino.
(Cordobapedia)