Encaramada en un desolado cabezo desde el que se divisa la infinita extensión de la llanura septentrional castellana, la villa de Urueña ocupa un emplazamiento que ofrecía extraordinarias condiciones defensivas para la estrategia militar medieval, al amparo del desnivel de la ladera que rodea su asentamiento. Al valor estratégico natural del emplazamiento se sumó, durante alguna fase del medioevo, su condición de punto fronterizo entre los reinos de Castilla y León.
Reseña histórica
La historia medieval distingue a la plaza como cabeza de merindad en el Infantazgo de Valladolid, donado por Alfonso VII a su hermana Sancha a comienzos del siglo XI. La sucesión de reformas que ha sufrido el conjunto contribuye a justificar la existencia de grandes lagunas en el conocimiento del decurso histórico de la fortificación. Fuentes indirectas permiten, sin embargo, fechar la construcción del castillo y recinto amurallado en el siglo XII, lo que sitúa a este conjunto entre los más veteranos de la provincia. El Tratado de Paradinas, suscrito en 1183 entre el rey castellano Alfonso VIII y el monarca leonés Fernando II, sirvió para delimitar las fronteras entre ambos reinos, al tiempo que recogía una singular cláusula mediante la que se imponía al soberano castellano un pacto de "no fortificación" de su territorio. Sin embargo estas Treguas de Paradinas excluyeron de la prohibición de atrincheramiento a la villa de Urueña, que había sido reconquistada por el ejército castellano dos años atrás. La unificación de los reinos de Castilla y León bajo la titularidad de Fernando III el Santo hizo decrecer el interés estratégico del recinto. En su anecdotario histórico figuran citas como el haber albergado a Doña María de Padilla, amante de Pedro I el Cruel, o el haber retenido, en régimen penitenciario, a ilustres personajes, como el conde castellano Pedro Vélez o la princesa portuguesa Doña Juana.
Características arquitectónicas
El conjunto fortificado sitúa el castillo fuera de la muralla, con la que conectaba a través de sendos muros que cerraban el acceso a la villa. Una de dichas paredes - la dispuesta hacia poniente - presenta aperturas para empleo de armamento defensivo y se remata con un imponente torreón cilíndrico. El muro de enlace alternativo, que cerraba un patio defensivo interpuesto entre muralla y castillo, se ha perdido. No obstante, aún pueden apreciarse los signos de sus acoplamientos a la muralla, cuyo contorno se amolda a la forma irregular del cerro en que se encarama la villa. El recinto se abre al exterior a través de dos puertas de singular belleza. En el extremo noroccidental hallaremos la puerta del Azoque, encastrada entre compactos torreones protectores. La villa se asoma hacia el vallejo en que se guarece la hermosa ermita románica de La Anunciada a través de una segunda puerta, abierta en un refuerzo de la muralla.
Estado de conservación
La soberbia muralla de Urueña ha sido recientemente restaurada y consolidada. Desde los miradores instalados en sus adarves se disfruta una panorámica incomparable sobre el océano de la planicie cerealista mesetaria. El recinto del castillo acabó dando acogida al cementerio municipal.
(Los castillos y fortalezas de Castilla y León - Carlos M. Martín Jiménez)
Reseña histórica
La historia medieval distingue a la plaza como cabeza de merindad en el Infantazgo de Valladolid, donado por Alfonso VII a su hermana Sancha a comienzos del siglo XI. La sucesión de reformas que ha sufrido el conjunto contribuye a justificar la existencia de grandes lagunas en el conocimiento del decurso histórico de la fortificación. Fuentes indirectas permiten, sin embargo, fechar la construcción del castillo y recinto amurallado en el siglo XII, lo que sitúa a este conjunto entre los más veteranos de la provincia. El Tratado de Paradinas, suscrito en 1183 entre el rey castellano Alfonso VIII y el monarca leonés Fernando II, sirvió para delimitar las fronteras entre ambos reinos, al tiempo que recogía una singular cláusula mediante la que se imponía al soberano castellano un pacto de "no fortificación" de su territorio. Sin embargo estas Treguas de Paradinas excluyeron de la prohibición de atrincheramiento a la villa de Urueña, que había sido reconquistada por el ejército castellano dos años atrás. La unificación de los reinos de Castilla y León bajo la titularidad de Fernando III el Santo hizo decrecer el interés estratégico del recinto. En su anecdotario histórico figuran citas como el haber albergado a Doña María de Padilla, amante de Pedro I el Cruel, o el haber retenido, en régimen penitenciario, a ilustres personajes, como el conde castellano Pedro Vélez o la princesa portuguesa Doña Juana.
Características arquitectónicas
El conjunto fortificado sitúa el castillo fuera de la muralla, con la que conectaba a través de sendos muros que cerraban el acceso a la villa. Una de dichas paredes - la dispuesta hacia poniente - presenta aperturas para empleo de armamento defensivo y se remata con un imponente torreón cilíndrico. El muro de enlace alternativo, que cerraba un patio defensivo interpuesto entre muralla y castillo, se ha perdido. No obstante, aún pueden apreciarse los signos de sus acoplamientos a la muralla, cuyo contorno se amolda a la forma irregular del cerro en que se encarama la villa. El recinto se abre al exterior a través de dos puertas de singular belleza. En el extremo noroccidental hallaremos la puerta del Azoque, encastrada entre compactos torreones protectores. La villa se asoma hacia el vallejo en que se guarece la hermosa ermita románica de La Anunciada a través de una segunda puerta, abierta en un refuerzo de la muralla.
Estado de conservación
La soberbia muralla de Urueña ha sido recientemente restaurada y consolidada. Desde los miradores instalados en sus adarves se disfruta una panorámica incomparable sobre el océano de la planicie cerealista mesetaria. El recinto del castillo acabó dando acogida al cementerio municipal.
(Los castillos y fortalezas de Castilla y León - Carlos M. Martín Jiménez)