El anfiteatro de Segobriga se construyó entre los años 30 y 60 d.C, coincidiendo su fecha de inicio, e incluso adelantándose algo, con la del teatro vecino. La longitud máxima de su eje mayor es de 75 metros en el exterior, correspondiendo 40,45 a la «arena» o recinto central; su orientación es este-oeste y en estos puntos tenía situadas sus puertas principales.
Tenía una capacidad estimada de unas cinco mil personas y el graderío, al igual que el teatro, se dividía en tres partes: la «ima cavea» o parte baja, la «media cavea» o parte intermedia, y la «suma cavea» o parte alta, separando estos sectores unos pasillos corridos limitados por el «balteus», o pretil de losas verticales. Los espectadores se distribuían según el orden social al que pertenecían, ocupando las gradas inferiores y la grada de honor los de superior categoría.
Al igual que sucede con el teatro, la mitad sur de este monumental edificio público destinado a los combates de gladiadores, a las luchas con animales salvajes y, en ocasiones, a juegos circenses, se excavó en la roca natural, apoyándose sus anillos en la ladera del cerro, contra la antigua muralla augustea. Del edificio destaca sobre todo la monumentalidad de su «porta triumphalis» abovedada.
Tenía una capacidad estimada de unas cinco mil personas y el graderío, al igual que el teatro, se dividía en tres partes: la «ima cavea» o parte baja, la «media cavea» o parte intermedia, y la «suma cavea» o parte alta, separando estos sectores unos pasillos corridos limitados por el «balteus», o pretil de losas verticales. Los espectadores se distribuían según el orden social al que pertenecían, ocupando las gradas inferiores y la grada de honor los de superior categoría.
Al igual que sucede con el teatro, la mitad sur de este monumental edificio público destinado a los combates de gladiadores, a las luchas con animales salvajes y, en ocasiones, a juegos circenses, se excavó en la roca natural, apoyándose sus anillos en la ladera del cerro, contra la antigua muralla augustea. Del edificio destaca sobre todo la monumentalidad de su «porta triumphalis» abovedada.
(España romana – Juan Cuéllar Lázaro)