Características arquitectónicas
La fortaleza roqueña acomoda su planta a la irregular forma del risco que la sustenta. Se presume que suplantó a otro edificio o conjunto de aparejos defensivos a base de murallas y torres de madera que posiblemente protegiese estas tierras del tramo medio del Duero en plena efervescencia de las querellas entre ejércitos islámicos y cristianos. Narrar las características arquitectónicas del palacio-castillo urbano de Curiel requiere un ejercicio previo de desapasionamiento. Fué parcialmente desmembrado a partir del año 1919. Quedan, para alimento de la nostalgia, algunas fotografías -de rancia belleza y dramático impacto- que nos recuerdan la malograda suntuosidad del conjunto, pero nos roban el aliento, siquiera para Castillo y palacio de Curiel
Escondida entre romos cerros y apartada de cualquier ruta, la villa de Curiel parece querer rumiar en silencio la pérdida de una antigua notoriedad medieval que pregonan, con desigual impacto, sus dos edificios fortificados. Antes de verificar el ingreso en el casco urbano saludará nuestra presencia una llamativa columna con remate blasonado. Curiel esconde entre sus anárquicas entrañas urbanas los restos de un fantástico castillo-palacio, cuya parcial demolición - primer tercio del siglo XX - constituye un buen motivo de reflexión acerca de la persistencia de los augurios machadianos relativos a nuestro muy cacareado espíritu cainista.
Reseña histórica
Acredita Curiel dilatada e importante trayectoria histórica. El tratadista Bernard Remón resalta la vinculación del castillo que se encarama sobre el cerro que domina la villa con el proceso de repoblación de este tramo medio del Duero llevado a efecto en la primera mitad del siglo X por Ansur Fernández, conde de Monzón, tras la batalla de Simancas. Esta circunstancia convertiría a la fortaleza en la más veterana de la provincia. Más moderna parece la construcción del castillo-palacio que se guarece entre el caserío de la villa, cuya construcción se iniciaría posiblemente a finales del siglo XIV y se remataría a principios de la siguiente centuria, a tenor de una inscripción que, según documentan las fuentes, atribuía a Diego López de Estúñiga la orden de su edificación. El libro de efemérides del lugar aparece repleto de notables reseñas medievales, hasta que su importancia fue decreciendo con el paralelo auge de la vecina Peñafiel.
Características arquitectónicas
La fortaleza roqueña acomoda su planta a la irregular forma del risco que la sustenta. Se presume que suplantó a otro edificio o conjunto de aparejos defensivos a base de murallas y torres de madera que posiblemente protegiese estas tierras del tramo medio del Duero en plena efervescencia de las querellas entre ejércitos islámicos y cristianos. Narrar las características arquitectónicas del palacio-castillo urbano de Curiel requiere un ejercicio previo de desapasionamiento. Fué parcialmente desmembrado a partir del año 1919. Quedan, para alimento de la nostalgia, algunas fotografías - de rancia belleza y dramático impacto - que nos recuerdan la malograda suntuosidad del conjunto, pero nos roban el aliento, siquiera para ironizar sobre los pingües beneficios que debió rendir el aprovechamiento de la piedra y de las "3.800 arrobas de leña" que, según nos indican los tratadistas, se obtuvieron del desmantelamiento. Debemos suponer que la circunstancia histórica en que se desarrolla la destrucción de tan notable obra permitiría considerar razones que ahora escapan a nuestros alcances intelectuales a la hora de intentar imaginar qué tipo de resortes pueden mover al ser humano a acometer una obra de despojo histórico de semejante envergadura. Queda, al menos, como vestigio de la gloria perdida una de las fachadas, en cuyo extremo se incrusta una robusta torre del homenaje. También se mantienen en pie las hiladas inferiores de los sillares que componía la parte baja del edificio. Un notable esfuerzo de imaginación nos podría permitir reconstruir idealmente un edificio de planta cuadrada con torres almenadas en los ángulos. Diversas ventanas geminadas aliviaban la pesadez del conjunto, cuyos principales valores ornamentales se custodiaban en el interior.
Estado de conservación
Ambos edificios, el roquero y el urbano, han sufrido las consecuencias de la desconsideración histórica. El primero pena secular abandono en el altozano de fatigoso acceso del que siempre se valió para su defensa, mientras que el palacio resultó arruinado en su parte más significativa. Algún fragmento de artesonado que cubría las techumbres de este último se salvó de la hoguera con su traslado al Alcázar de Segovia, mientras otros restos notables fueron a parar, disiecta membra de lo que fuera fantástico conjunto, a lugares absolutamente insospechables, dentro y fuera de nuestras fronteras.
(Los castillos y fortalezas de Castilla y León - Carlos M. Martín Jiménez)
La fortaleza roqueña acomoda su planta a la irregular forma del risco que la sustenta. Se presume que suplantó a otro edificio o conjunto de aparejos defensivos a base de murallas y torres de madera que posiblemente protegiese estas tierras del tramo medio del Duero en plena efervescencia de las querellas entre ejércitos islámicos y cristianos. Narrar las características arquitectónicas del palacio-castillo urbano de Curiel requiere un ejercicio previo de desapasionamiento. Fué parcialmente desmembrado a partir del año 1919. Quedan, para alimento de la nostalgia, algunas fotografías -de rancia belleza y dramático impacto- que nos recuerdan la malograda suntuosidad del conjunto, pero nos roban el aliento, siquiera para Castillo y palacio de Curiel
Escondida entre romos cerros y apartada de cualquier ruta, la villa de Curiel parece querer rumiar en silencio la pérdida de una antigua notoriedad medieval que pregonan, con desigual impacto, sus dos edificios fortificados. Antes de verificar el ingreso en el casco urbano saludará nuestra presencia una llamativa columna con remate blasonado. Curiel esconde entre sus anárquicas entrañas urbanas los restos de un fantástico castillo-palacio, cuya parcial demolición - primer tercio del siglo XX - constituye un buen motivo de reflexión acerca de la persistencia de los augurios machadianos relativos a nuestro muy cacareado espíritu cainista.
Reseña histórica
Acredita Curiel dilatada e importante trayectoria histórica. El tratadista Bernard Remón resalta la vinculación del castillo que se encarama sobre el cerro que domina la villa con el proceso de repoblación de este tramo medio del Duero llevado a efecto en la primera mitad del siglo X por Ansur Fernández, conde de Monzón, tras la batalla de Simancas. Esta circunstancia convertiría a la fortaleza en la más veterana de la provincia. Más moderna parece la construcción del castillo-palacio que se guarece entre el caserío de la villa, cuya construcción se iniciaría posiblemente a finales del siglo XIV y se remataría a principios de la siguiente centuria, a tenor de una inscripción que, según documentan las fuentes, atribuía a Diego López de Estúñiga la orden de su edificación. El libro de efemérides del lugar aparece repleto de notables reseñas medievales, hasta que su importancia fue decreciendo con el paralelo auge de la vecina Peñafiel.
Características arquitectónicas
La fortaleza roqueña acomoda su planta a la irregular forma del risco que la sustenta. Se presume que suplantó a otro edificio o conjunto de aparejos defensivos a base de murallas y torres de madera que posiblemente protegiese estas tierras del tramo medio del Duero en plena efervescencia de las querellas entre ejércitos islámicos y cristianos. Narrar las características arquitectónicas del palacio-castillo urbano de Curiel requiere un ejercicio previo de desapasionamiento. Fué parcialmente desmembrado a partir del año 1919. Quedan, para alimento de la nostalgia, algunas fotografías - de rancia belleza y dramático impacto - que nos recuerdan la malograda suntuosidad del conjunto, pero nos roban el aliento, siquiera para ironizar sobre los pingües beneficios que debió rendir el aprovechamiento de la piedra y de las "3.800 arrobas de leña" que, según nos indican los tratadistas, se obtuvieron del desmantelamiento. Debemos suponer que la circunstancia histórica en que se desarrolla la destrucción de tan notable obra permitiría considerar razones que ahora escapan a nuestros alcances intelectuales a la hora de intentar imaginar qué tipo de resortes pueden mover al ser humano a acometer una obra de despojo histórico de semejante envergadura. Queda, al menos, como vestigio de la gloria perdida una de las fachadas, en cuyo extremo se incrusta una robusta torre del homenaje. También se mantienen en pie las hiladas inferiores de los sillares que componía la parte baja del edificio. Un notable esfuerzo de imaginación nos podría permitir reconstruir idealmente un edificio de planta cuadrada con torres almenadas en los ángulos. Diversas ventanas geminadas aliviaban la pesadez del conjunto, cuyos principales valores ornamentales se custodiaban en el interior.
Estado de conservación
Ambos edificios, el roquero y el urbano, han sufrido las consecuencias de la desconsideración histórica. El primero pena secular abandono en el altozano de fatigoso acceso del que siempre se valió para su defensa, mientras que el palacio resultó arruinado en su parte más significativa. Algún fragmento de artesonado que cubría las techumbres de este último se salvó de la hoguera con su traslado al Alcázar de Segovia, mientras otros restos notables fueron a parar, disiecta membra de lo que fuera fantástico conjunto, a lugares absolutamente insospechables, dentro y fuera de nuestras fronteras.
(Los castillos y fortalezas de Castilla y León - Carlos M. Martín Jiménez)