Durante el siglo X, las incursiones castellanas desde el norte, a través de los pasos de la sierra (especialmente de Somosierra), se hacen más frecuentes y amenazan la estabilidad de las ciudades y aldeas de la frontera andalusí. Al mismo tiempo, el poder central de los omeyas, gobernantes de al-Andalus, se consolida al proclamar el califato occidental. Para mejorar la unidad del nuevo estado y su defensa, refuerzan el ejército y la red de fortificaciones que permite proteger y controlar el territorio. Entre estas mejoras, se encuentra la construcción de un vasto sistema de atalayas situadas en los accesos del sector central de la frontera (Marca Media), desde Medinaceli (Soria) hasta Talavera (Toledo).
Muchas de ellas se divisan entre si.